Por: Jorge Zarur
Instagram: jz_coleccvisual
La obra de Gerhard Richter se puede disfrutar como un puente perfecto entre la figuración y la abstracción, pues narra el proceso del nuevo orden contemporáneo visual que mueve las tendencias en el arte. Él entiende perfectamente el punto que la pintura es un suceso plano físicamente y es función del artista crear caminos retinianos que sigan dándole juego al universo pictórico de la humanidad. A través de un recorrido técnico evolutivo nos ha otorgado realismo penetrante, luego difuminaciones que dan percepción de movimiento para terminar con ciclos de color que revientan el paradigma cromático con entereza. Su discurso es variado, vanguardista y por momentos crítico, situación que hace muy interesante el confrontar sus piezas.
Nace en los 30s en Alemania y en dos ciclos académicos de formación logra introducirse en ambos mundos: La academia figurativa convencional y la teoría abstracta más consolidada de los 60s que estaba detonando nuevas rutas en la pintura. Es así como comienza un viaje visual que yuxtapone realismo, fotografía y abstracción en un proceso limpio secuencial que se impregna con la evolución global del arte. Sale de las técnicas convencionales poco a poco y llega a esos barridos sobre el lienzo que van jalando el color hasta donde nuestro ojo siente esa conexión de que nada hace falta. Se crea un choque súbito entre poética pictórica y elementos físicos que termina por imponer genialidad plena.
La Retrospectiva que le hace el MoMa en el 2002. es recordada con un excelente libro que sugiero mucho hojear o clavarse un rato. Esa exhibición fue uno de los homenajes en vida más importantes a un artista con un recorrido completo en muchísimos ámbitos de la pictórica mundial.
La siguiente secuencia temporal de imágenes es una explicación de la variedad y riqueza de su obra. En un solo pintor pasamos por diversos momentos del arte. Una especie de Picasso radicalizado en una revolución constante.

1965

1968

1978

1973

1988

1992

1994

2012